
Aquellos que temen
la belleza de tu libertad
mataron tu cuerpo,
pero tu alma vive en mí.
Vive en los que se conmueven
contigo, en tu mirada serena
vive en las lágrimas que caen
de los corazones despiertos.
Lloran tu muerte en el mundo,
tu amor es coraje pacífico,
la llama de una revolución
por la que mueren cientas en Irán.
Tu cabellos caían fuera del hiyab
como cae la luz de la vida al atardecer
caían elegantes en su naturalidad
caían incontenibles de toda cárcel.
Y te mataron, te mató nuestra esclavitud
te mató el miedo del que no me responsabilizo
te mataron los que viven muertos en vida
sepultados en la culpa y el dogmatismo.
Golpe tras golpe magullaron tu cara,
patada tras patada patearon tus costillas,
grito tras grito trataron de silenciarte,
pero tu espíritu exhaló un viento de inocencia.
Un viento que es hálito de las desamparadas,
un viento que desata toda injusta condena
un viento más real que toda sura del Corán
un viento liberador de toda cruel sharia.
Dicen que hasta mahoma te miraba aquel día
dicen que te negaste a bailar con sus vírgenes
¡que hay mas virginal que tu corazón!
que murió por todas nosotras, por nosotros
Dicen que en los tribunales islámicos
te admiran en silencio mientras te increpan
dicen que eres la profecía cumplida
que esperaban todas las mujeres y niñas.
Dicen que se retuercen los represores
que no pueden opacar ya tu brillo eterno
Eres la noche púrpura y la luz del sol radiante
con la que sueñan los hambrientos presos.
Aquellos que «la policia de la moral»
trató de aplastar en el olvido sepulcral
y que hoy festejan desde sus celdas
mientras esperan, el fruto de tu vientre.
Y ese fruto es un canto de sensualidad,
la frágil suavidad de tu piel y de tu corazón,
el erotismo de tu salvaje determinación
el amor que por ti siento, que me enamora.
Un amor para enamorarnos a todos de todos
a todas de todas, a todos de todas, y viceversa
un amor más allá de toda religión y ley,
el amor transformador… de la mujeres libres
Sergio Sanz Navarro