Ya me harté de tus pruebas o tus bromas o no sé si me las ponía yo. Me dolían todos los huesos y mi corazón tenía menos luz que una chabola pero yo hacía fuerzas para brillar , y aunque me dolían las muñecas hacía fuerzas para escribir y escribía en el papel como el rey de reyes lo hacía en el suelo con un palo.
Quería tanto a mi padre y a mi madre y por las noches a él lo escuchaba y por las mañanas por ella rezaba. Y soñaba con una mujer que me salvara pero ¿dónde estaba? mi Dios ¿ dónde estaba ? Y por las mañanas yo temblaba y bañado en lágrimas me levantaba.
A veces yo sentía que el mundo era una locura y yo el más loco, tanta humillación y desprecio que había y yo transmutando la convertía en gloria. Pero siempre había gratitud en mi corazón y cuando el sol por la ventana entraba mis ojos se iluminaban.
Y el silencio gritaba, sentía que me perdía , que no me hallaba entre tanta batalla sin aroma de flores y sin sentido. Cuando yo me encontraba siete mil bendiciones echaba a los cuatro puntos cardinales de mi patria el mundo y el cielo descendía y yo clamaba misericordia a un Dios que me perdone y que a veces sentía sordo. Y daba gracias una y otra vez por la libertad, por poder respirar el aire fuera de los presidios y ver tus ojos una vez más a las frías y vanas puertas de mi delirio.
Sergio Sanz Navarro