
La noche de Barcelona está resquebrajada y hay miradas inciertas que en ningún lado caen, la verdad se hace cómplice de la mentira y la mentira se hace cómplice de la verdad y en algún lugar dos miradas extasiadas se cruzan y se abre un espacio de paz, un poema sin recitar, de versos callados que despiden sonrisas que es preludio y tregua hacia el amanecer.
Y se levanta silenciosamente del suelo la bruma y la telaraña del desencanto desdibujando los límites de la realidad y avanzando la fuerza devastadora e implacable de los ángeles caídos, de los fracasos y los arrepentimientos y los amantes huyen desplazados por su propio espanto y su delirio hacia un lugar donde la luz del sol no se pose y así poder salvarse entre caricias rezando para que cuando la resaca química amaine no los encuentre la extrañeza en brazos del miedo y el desasosiego.
Y ya no queda eco alguno de ese tecno que nos transportaba cuando unas horas antes esbeltos y altivos bailábamos sacudiéndonos la frustración y la cólera entre guiños y euforia desvaneciéndonos en el frenesí de la música y el desengaño…
Ahora deambulando y retozando nos apresuramos a encontrar un lugar en la habitación donde poder acurrucarnos y no oír la estentórea y metálica voz de la culpa .
Que la pesadilla no nos atormente y el temblor del desamparo y la soledad no electrocuten tu cuerpo o habrás de vivir y resistirte a no caer a ese vacío que de paralizarte hará de tu habitáculo vientre infecundo de la tiniebla y tenebroso fin de los días tregua, de los días sin huella. Un repetitivo estribillo diabólico y un rumor sordo que harán que tus manos en tu cabeza se estremezcan cual garras implorando porque vuelva la poesía y el aire fresco a tus noches blancas.
Sergio Sanz Navarro
Barcelona 17-05-2017